Apoyo a Ucrania. Dos grupos de refugiados llegaron ayer a Getxo y a un hotel de Bilbao, cuyo director elogia la solidaridad de los vecinos
La ola de solidaridad con el pueblo ucraniano crece en Bizkaia. En las últimas horas han llegado decenas de refugiados, una marea que aún cobrará fuerza y se prolongará en el tiempo. Dos de esos grupos recalaron ayer en Getxo y Bilbao, gracias en el primer caso al esfuerzo de ciudadanos que se han agrupado para alejar a familias enteras de la guerra de Ucrania, y a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que trajo a la capital vizcaína a dos docenas de personas.
El hotel Illunion, que espera hoy otro contingente, se ha comprometido a alojar a este último grupo todo el tiempo que sea preciso. «Por ahora estarán un mes, pero no ponemos límite», subrayó su director, Álvaro Díaz-Munío. Por el momento han habilitado 30 habitaciones y un espacio diáfano para que «los niños puedan jugar y los adultos descansar». Los vecinos de Rodríguez Arias, donde se ubica el establecimiento hostelero, también se han volcado y se acercan con juguetes y ropa. «No dejan de llegar bolsas con ayuda, es una pasada», dice Díaz-Munío.
La misma emoción brillaba entre quienes recibieron ayer junto a la playa de Ereaga en Getxo a otros 26 ucranianos, incluidos diez niños, procedentes de Eslovaquia. Residirán en viviendas de familias vizcaínas. Entre quienes hacen el esfuerzo para traerles está Víctor Petrenko, un físico que trabaja en Ikerbasque y que consiguió alejar a su madre de las bombas del ejército ruso. Nada más llegar al parking del hotel Igeretxe se dio cuenta de lo que pasaba al mirarla al rostro: «Aún está en shock por los bombardeos de Chernigov. Estuvo diez días sin poder salir de casa». Petrenko pudo saludar también a la madrina de su niño y a dos excompañeras de Universidad, y hubo un gesto que le llamó la atención: «Dos niños escucharon la tormenta aquí en Getxo y preguntaron: ‘¿Qué pasa, nos están bombardeando?».
Dos de los niños que formaban parte del contingente.
Olena Hzomova, de 37 años, vivía en Chercasy, una urbe de casi 280.000 habitantes. Junto con sus hijas Zlata y Solomiya, ambas de 3 años, aguantó «durante más de 15 horas de pie el viaje en autobús» para acercarse a la frontera. Aunque el horror lo vivieron antes. «Estuvimos metidas en el garaje cuando bombardeaban. La situación es muy complicada, pero muchos voluntarios en fronteras nos ayudaron», agradece Hzomova.
A Anastasiia Packhonova, de 38 años, el conflicto le sorprendió de vacaciones en Euskadi. «Vinimos de visita, el último día empezó la guerra y nos quedamos aquí». Su esposo, Alexei Packhomov, director general de una multinacional, «compró un autobús el verano pasado con el que siempre pensó viajar, pero ahora está haciendo viajes de salvamento».
Todos agradecen el cable que les han echado gente como Olena Kyzyma, que vive en Bizkaia y aprovecha para tejer esa red de colaboración, o Txerra Ordeñana, de la asociación de empresas Negobide. Junto a su mujer ucraniana empezaron a buscar contactos para apoyar a los refugiados. A día de hoy tienen disponibles más de 800 pisos en Euskadi para acogerles. «Nos llaman de muchos sitios para ver cómo lo hacemos. Hay mucha gente que quiere ayudar y no sabe cómo». Ordeñana lo tiene claro: «Queremos que estas personas estén en Bizkaia, a poder ser con alguien de aquí para que se integren antes. Hasta les ofrecemos cursos de castellano», concluye.
Publicado en EL CORREO
por TXEMA IZAGIRRE Y BRUNO BERGARA el 20 de marzo. GRACIAS – Millesker!!