Olena y sus hijas, Zlata y Solomiya, llegaron hace once días a Getxo, tienen ya los papeles en regla y empiezan mañana las clases en Askartza Claret
«¡Mar, mar, mirad, el mar!». Olena Hromova, ucraniana de 38 años y madre de Zlata y Solomiya, mellizas de tres, gritó a las pequeñas esto al llegar a Getxo, hace ahora once días. «Les he dicho que papá nos ha mandado de vacaciones unos días a ver el mar. De la guerra no saben nada. Hacemos llamadas con él y con mis padres, pero sin vídeo porque al verles las niñas han empezado a llorar. El domingo hablaron con su abuelo y decían ‘bien, hoy vamos a casa del abuelo!’. Les dije que aún no. Duermo mal, tengo pesadillas, sueños de bombardeos, imágenes grises, la preocupación por mi marido y mis padres, que están en Ucrania, es constante», revela con la mirada triste. A su lado las niñas, que «ya dicen ‘hola, kaixo!’», juegan con los paraguas y enseñan un ábaco que les han regalado.
Olena Hromova regularizó el jueves a la tarde su situación en la comisaría de la Policía Nacional en Bilbao. Le acompañó Adela Bueno, la mujer de 70 años que la tiene acogida en su casa, en Getxo. Entre ellas se comunican en inglés. Olena y las niñas figuran ya como refugiadas con protección temporal, una resolución que autoriza permiso de residencia y de trabajo y Seguridad Social. A ella le han asignado un resguardo del NIE (Número de Identidad de Extranjero), el definitivo lo recibirá la semana que viene. Además, desde el viernes, también figuran las tres como empadronadas en Getxo. Lucía, la hija de Adela, les acompañó a hacer este trámite. Zlata y Solomiya empiezan mañana lunes las clases de adaptación en el aula de tres años del Askartza Claret de Leioa. Llevan once días aquí
Olena Hromova, física y economista, dirigía un banco en Kiev y ahora está acogida en Getxo
Olena es licenciada en Física y Economía y dirigía en Kiev una entidad bancaria. Está aprendiendo castellano a marcha acelerada «por medios digitales» y va a ir esta semana a la Escuela de Idiomas a preguntar. Explica cómo tomó la decisión de salir de Ucrania. Fue cuando Putin tomó el control de la central nuclear de Zaporiyia, la de mayor potencia (y peligro) de Europa. «Temiendo una catástrofe nuclear nos mudamos a Chercasy con mis padres», a 200 kilómetros de Kiev.
«Pensamos estar dos o tres días y apenas cogí nada de ropa», explica la mujer. Pero las cosas se complicaron más. Supieron que una bomba partió en dos el edificio de Kiev vecino al suyo, y Olena y Sergiy, su marido eligieron dividirse para proteger a los suyos. Él se quedaba en Chercasy con los padres de ella, mayores para viajar. Ella salía del país con las niñas. Olena contactó por Facebook con dos amigos ucranianos que estudiaron con ella en la Universidad y que viven en Bilbao y forman parte de una de las asociaciones culturales y empresariales (Negobide, Nergroup y Asev) que conforman la plataforma SOS Ucrania, integrada por 200 voluntarios. Este es el colectivo que ha hecho el llamamiento de asilo a las familias vascas (hay 1.200 dispuestas) y coordinado la acogida de 300 personas en localidades de Bizkaia y en San Sebastián, Castro, Haro y Logroño.
Durmiendo en el suelo
Sus amigos movilizaron los recursos necesarios y dieron con la familia apropiada. Olena y sus hijas solo tenían que llegar a tiempo a Leópolis, Lviv para los ucranianos, a unos 70 kilómetros de la frontera con Polonia y el punto de paso que usan la mayoría de los que tratan de llegar a la Unión Europea. Allí le esperaba una furgoneta. Las tres viajaron 15 horas en tren. «Sentadas o durmiendo en el suelo, los vagones iban llenos». Veían a gente en pijama y con el pasaporte como único equipaje, como huyeron de casa. Olena recuerda el miedo y la desconfianza que le atenazaban. «En la frontera vi a hombres que ofrecen transporte gratis para ir a Europa, se aprovechan de madres jóvenes y mujeres solas». Mira hacia adelante. «Mi familia está contenta porque sabe que aquí estamos seguras», dice con entereza.
Publicado por Itsaso Álvarez en El Correo,
el 2O de marzo de 2022