La mayoría de las personas ucranianas refugiadas permanecen en Euskadi

«A la falta de adaptación y carencia de trabajo se suma el desgaste de las familias de acogida…» introduce ITSASO ÁLVAREZ en su articulo para El Correo «El 20% de los refugiados ucranianos ya han abandonado Euskadi a los cien días de la guerra»

Abrazo DYA

Una media de 37 ucranianos en Euskadi hace las maletas cada semana para volver a su país o iniciar una vida en otro lugar, dentro o fuera de España. El dato se desprende del último balance de plazas de primera acogida de CEAR en Bizkaia, Gipuzkoa y Álava. En el último registro, 581 ocupaban una plaza y ya eran más de una treintena menos que en el anterior. Y así se ha mantenido hasta ahora. Las dificultades para integrarse por su difícil situación emocional y social, el choque cultural, la falta de expectativas laborales y el desgaste de las familias de acogida que no esperaban que la estancia de los refugiados se alargara más allá de uno o dos meses está detrás de la vuelta a casa de los ucranianos llegados al País Vasco desde marzo en busca de protección. 

Se marchan, sí, en un goteo constante, pese a continuar la contienda. Sobre todo, familias sin hijos, porque lo tienen más fácil para moverse y también gente que vivía en Kiev y en sus alrededores. Confían en reconstruir sus vidas, de forma literal, ya que algunos no tienen casa o esta está semidestruida. Llegaron 3.000 y ya solo quedan entre 2.400 y 2.500, según el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales. El 20% ya se ha marchado.


Los datos

  • 2.400 ucranianos permanecen en Euskadi, de los 3.000 que llegaron huyendo de la guerra. 
  • 908 han llegado a pasar por las plazas de primera acogida de CEAR. Ahora son medio millar.
  • 724 niños han sido escolarizados. 400 adultos están en escuelas de idiomas.
  • 520 euros es la ayuda máxima que reciben por familia. Los subsidios se activaron el 2 de mayo. 

A otros les empiezan a presionar sus familiares en su país para volver. «Todos los días me lo dicen. Echan de menos su patria y su casa. Ellos no salieron con un plan en mente, con la idea de ‘me voy a otro lugar y empiezo de cero, aprendo un idioma y otras costumbres’. La guerra les sacó por la fuerza, no es lo mismo», observa Orysya Saliga, ucraniana afincada en Bermeo desde hace años que ha colaborado en labores de traducción con los alojados en el albergue de Gernika y en casas de la zona. Una familia de once que ha vivido precisamente en Gernika hizo las maletas la semana pasada. «Fue siempre complicado para ellos vivir en una habitación con desconocidos y con baño compartido por muchos», indica Saliga.

Este fin de semana parte otra madre de 27 años con dos niñas acogida en Bermeo porque «mi marido está desesperado por vernos». «Aquí he estado de maravilla, no tengo queja, pero no es mi país, me gustaría volver pensando que es por vacaciones y no porque me he visto obligada a separarme de los míos», se excusa sin revelar su nombre. Ella es de Bucha, región en la que se han encontrado cientos de civiles enterrados apresuradamente en tumbas poco profundas. Tiene billete para el autobús de la compañía Flexibus que viaja de Bilbao a Varsovia. De allí, en tren a Ucrania, si hay plazas y si coincide que las vías no están dañadas.


En tren desde Hendaya

El viernes, un grupo de cuatro entre los que se contaba una mujer octogenaria y cuatro gatos esperaban el tren de París en Hendaya. No lograron superar «el choque cultural» que supone adaptarse a otro país con «costumbres y formas de pensar distintas». Les llevaba la persona que les ha acogido en Mungia. «He llegado a la conclusión de que no sé qué pintan en la otra punta de Europa. Se tenían que haber quedado en la frontera de Polonia, querían volver como fuera. Y yo también ahora necesitaba más espacio en casa», confiesa. Con gatos, el autobús quedó descartado. Sin pasaporte, tampoco en avión. En tren viajan gratis, pero sólo pueden subirse a los convoyes si hay asientos libres. Así, país por país, hasta llegar a Ucrania. Días.

«Sinceramente, para una señora mayor o con varios niños, no lo veo», considera Irina Gurkalo, portavoz en Bilbao de la Asociación sociocultural y de cooperación al desarrollo Ucrania-Euskadi, uno de los colectivos que se ha involucrado con ahínco en la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. «Están los que tenían familia aquí y les están pudiendo ayudar. Los que no tenían a nadie conocido y vinieron hasta España porque la distancia les daba seguridad. Y están otros como gente de Jár kov a quienes la guerra les ha arrebatado todo y no piensan en volver. Pero en albergue no aguantan. Conozco a una madre con cinco hijos que está en un hostel de Bilbao y con los niños escolarizados en diferentes colegios. Sus condiciones no son buenas. Hay quien dirá ‘aquí están a salvo’, pero no es suficiente», indica.

«Algunos han venido con unas expectativas que no tienen por qué cumplirse. El sistema de protección establecido no va a hacer que te quedes donde prefieras, sino donde te toca. Y hay muchas familias que pensaban que iba a ser para dos semanas o un mes, pero cuando se cronifica en el tiempo y surgen discrepancias… Esto es como un compañero de piso que te cae mal pero con el que tienes que convivir», piensa Guillermo Vázquez, coordinador general de Cruz Roja Bizkaia, que ha atendido a 849 ucranianos hasta la fecha.


«No están bien asistidos»

«Muchos aguantan como sea y donde sea, porque si eres de una zona de Ucrania donde todavía te van a estar fastidiando la vida…», observa Txema Ordeñana, voz de UkraniaSOS, que ha gestionado en Euskadi el alojamiento de mil refugiados de 170 familias en 1.300 hogares vascos y ha facilitado una salida laboral hasta la fecha -son ya 102 días de guerra- a 150 personas, 146 mujeres y cuatro hombres. «A los que están en residencias y hostales no los veo convenientemente asistidos. Les dan desayuno, comida y cena en catering, cuando hay niños que necesitan otro tipo de dieta. Y el resto del día están paseando sin nadie que les oriente. Si estás inscrito en CEAR pasas a depender de España, te buscan un alojamiento de emergencia, igual en Albacete y eso es una faena cuando acabas de matricular a tus hijos aquí», coincide. 

Sobre el desgaste de las familias de acogida, Txema Ordeñana opina que es «lógico». «Toda interrupción de tus hábitos diarios no deja de ser un problema de convivencia y estamos viendo que las familias piden relevo. Nos dicen ‘llega el verano, nos vienen los nietos a casa…’». Hay quien les ha dicho que necesita la vivienda porque hace intercambio en vacaciones (muchos ucranianos están alojados en chalés y casas grandes). «De esto no tiene la culpa nadie. El que ha acogido bastante ha hecho. Ha puesto su casa, su dinero, su tiempo y energía hasta lo que ha podido. Ha dado ayuda humana, que no es lo mismo que ayuda humanitaria, para eso están otros. Nosotros no somos una ONG, sólo tenemos voluntad».

«Cabreados son los menos, y ahora con la ayuda económica del Gobierno vasco van librando mejor, ayuda que en el resto de España sigue sin haber», añade. «Al que le ha tocado vivir en un caserío aislado con sus seis familiares y no le gusta estar tan lejos, pues es lo que hay, que os están dando comida a siete… En general, estamos tratando de que acogidos y anfitriones estén lo más a gusto posible. Y sí, hubo muchas personas que han ido a buscar gente a la frontera sin control en furgonetas. En nuestro caso, el 98% vinieron con nombres y apellidos, el primo de, el amigo de, el conocido de, y así han ido a las casas de acogida», advierte. «Pero no hay un libro que diga cómo gestionar una familia de acogida viniendo de Ucrania. Se va escribiendo cada día», concluyen desde UkraniaSOS.

Publicado en EL CORREO por ITSASO ÁLVAREZ
el 5 de junio Millesker!! ¡Gracias!