Terapia con niños de Ucrania: «Siento moscas en los brazos»

EL CORREO asiste a una terapia con niños de Ucrania. Hablan de miedos, de soldados y muestran tics…

Daria, de 9 años, llegada a Bilbao desde Ucrania hace dos semanas, dibuja una tienda de campaña «con soldados dentro» cuando la psicóloga le ofrece imaginar algo que plasmar en el papel. A su lado, Polina, de 7 años, cuenta que tiene miedo de las sanguijuelas, de las moscas y de un millón de cosas más. A veces siente «como moscas que me suben por los brazos hasta los hombros, aunque no haya moscas», dice. El trauma vivido habla a través de sus temores irracionales. Svyatoslav, de la misma edad, ha pintado un soldado nada más sentarse y se toca el flequillo de forma repetitiva cuando habla. Un tic. 

Otra de las niñas se niega en redondo a romper un papel cuando la psicóloga le anima a sacar su enfado de dentro con este gesto. Comenta que ni hablar, porque «no me está permitido mostrar mis emociones». No va a enseñar, avisa impertérrita, cómo cambia su semblante cuando se enfada y mucho menos cuando ríe. Al final se relaja un poco y esgrime una sonrisa cuando ve que los demás del grupo lo hacen.

Su madre, que la ha criado sola a ella y a su hermana, que no deja de pestañear (otro tic), explica que la cría dice que se siente obligada a mostrarse alegre con su familia de acogida cuando lo que en realidad siente por dentro es puro abatimiento por no ver a sus amigos y estar en su casa con los suyos. «Está bloqueada, pero es lógico», observa Anna Kotsegubova, la psicóloga, que ha abierto las puertas de su academia, Amakids, a EL CORREO, para asistir a una de las terapias de grupo que la plataforma SOS Ucrania ha organizado para niños que vienen de la guerra. Los de este grupo todavía no están escolarizados y vienen desde las ciudades de Mariúpol y Dnipró, sumidas estos días en intensos combates. 

«Un entorno violento es una tierra de espacio fértil para consecuencias a corto y largo plazo de traumas psicológicos», avanza Kotsegubova, rusa de nacimiento. Lo primero que una de las niñas ha preguntado a la psicóloga al empezar ha sido, «¿y tú, de qué país eres?». «No me lo quería poner fácil», opina Kotsegubova. «Le he dicho que no elegimos el país donde nacemos. Que yo nací en Rusia y que he vivido en cuatro países. Por los abrazos que me ha dado sé que se ha quedado tranquila», explica la especialista en terapia infantil. 

«¿Y si fuerais invisibles?»

A la pregunta de qué harían si fueran invisibles, Daria ha señalado que «iría a matar a los soldados». «Voy a ayudar a la gente a defenderse», le ha seguido Svyatoslav. «Yo voy a ayudar a mi padre, que está en Ucrania», ha coincidido Polina. «Tienen la guerra metida en sus entrañas», observa Kotsegubova. «Y también me dicen muchos niños ‘pronto volvemos a Ucrania’ o cuentan que sus madres lloran», revela Anna. 

La última parte de la sesión psicológica grupal, que seguirá desarrollándose los viernes y, cuando los niños estén escolarizados, los domingos, se reserva para enseñar a los pequeños técnicas de autopercepción para que se permitan «pasar de víctima a lo seguro». «Apretad puños y dientes, meted tripa, aguantad unos segundos con las piernas rígidas y ¡soltad!». Polina mueve desatada su larguísima trenza y no para de reírse. Acto seguido se pone seria y coge de la mano a su hermano.

Publicado por Itsaso Álvarez en El Correo,
el 2 de abril de 2022

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