El autobús donostiarra de los 53 refugiados ucranianos

Estos días se ha desarrollado un increíble viaje solidario exprés organizado por particulares desde la capital gipuzkoana. Su modesto impulsor nos cuenta cómo lo hicieron, por si la experiencia de esta “gota de solidaridad en un mar de necesidad” sirve a otros

El donostiarra Kapis prefiere no figurar con nombre y apellidos en este relato, precisamente porque no busca protagonismo. Eso, a pesar de que él fue quien prendió “la cerilla” de un viaje solidario montado desde la nada a partir de la noche del pasado lunes 7 de marzo, y que ha servido para traer en autobús a 53 refugiados que huyen del drama de Ucrania, sobre todo madres con sus hijos y las abuelas de estos. Si ahora lo cuenta en DonostiTik es, sobre todo, para que su experiencia le pueda servir a otros particulares como él que se planteen marchar a la frontera de la barbarie a ayudar. “Que no se corten”, pide, porque toda ayuda es poca.

Es más, se ofrece para charlar con ellos directamente (abajo del todo pegamos sus vías de contacto). Porque puede dar pautas sobre recorridos y puntos a tener en cuenta no solo de la ruta en sí, sino de otro tipo de circunstancias que no se tienen en cuenta de entrada.

Por ejemplo “se van a encontrar con gente que lleva 10 días andando” y con la moral hundida, que es lo evidente, pero además de “con una alimentación pésima, con estreñimiento la mayoría”. Otro detalle aparentemente pequeñito pero valioso: llevar mandarinas “es un acierto”, porque en Ucrania “se comen en Navidad como cosa especial”, y ha podido comprobar cómo “se les iluminan los ojos” al verlas.

Por tanto, es importante viajar sabiendo estos consejos pequeños pero importantes, y además “apoyado” por especialistas, como lo hizo él. De hecho, cuando se decidió a encender la cerilla, su primera función fue investigar a contrarreloj sobre qué podía hacer. Habló con gente de Cruz Roja o de DYA, por ejemplo, y también con Talleres Arreche, de Tolosa, que pertenece a Ner Group. Éste, explica Kapis, es un grupo de empresas con una línea que le gustó, “muy de participación, muy social”, y que en este caso “tiene la filosofía de cara a los refugiados que más me convence”.

Por ejemplo, no solo piensan en sacarlos de allí corriendo, sino en aportarles luego “ayuda psicológica, educación, idiomas…”. Le ofrecieron un contacto específico que le sirvió mucho, asegura. Rápidamente “voy sabiendo cuánta gente se puede recoger y en qué punto” de su naciente aventura, “y me ofrecen que, cuando lleguen aquí, estarán colocados en cierta manera”.

En cinco días arranca
La cronología es meteórica. El lunes por la noche (hablamos del día 7, hace 11) le comenta su inminente plan a su socio, mi mujer y a “un amigo médico, un ucraniano” de nacimiento que marchó de allí a los cinco años y ha formado también parte de la expedición. Él consigue que se una otro galeno de Markina.

El martes, día 8, por mediación de DYA ya se habían subido al proyecto exprés dos enfermeras, una de Hondarribia y otra de Estella. Además “busco traductoras, en femenino, porque el perfil de refugiado”, al menos ahora en Ucrania, “son mujeres con niños” y piensa que les dará más confianza que también lo sean. Eso no lo consigue, “pero sí dos voluntarios ucranianos”.

Y por la noche de ese mismo martes lazó “un Grosfunding”, bromea, es decir un crowdfunding o campaña de microfinanciación en su barrio de Gros. Gracias a los rápidos aportes de familiares, amigos y conocidos logró fondos para sufragar el viaje, empezando por el combustible mismo o el alquiler de un autobús de la empresa Aizpurua, pues lo vio más práctico y cómodo para los que huían de la guerra que hacer el enorme viaje en varias furgonetas. Dos conductores de Aizpurua se suman como voluntarios.

El jueves por la tarde, día 10, “la tripulación de tierra (otros que echaron una mano importante pero no viajaron) monta todo para cargar el bus”. Entre los diversos y variados materiales de emergencia, aportados en parte por Ner Group, también hay unas 400 mochilas portabebés cedidas por un contacto gipuzkoano de la Asociación Red Canguro, un detalle importante cuando muchas refugiadas huyen de la destrucción caminando muchos kilómetros con sus hijos pequeños a cuestas.

Viernes 11, 6.00 de la mañana: parte el vehículo desde la capital gipuzkoana con nueve profesionales variopintos, incluidos los dos conductores. Se dirigen a Kosice (Eslovaquia), ciudad de similares proporciones a las de Donostia, a más de 2.000 kilómetros de la Bella Easo pero ya a unos 90 kilómetros de la frontera ucraniana, donde llegan el sábado por la noche. En su entorno hay campamentos humanitarios, porque existe una “línea gratuita de autobuses que van y vienen” desde la raya de separación de países.

Domingo 13 por la mañana: “Descargamos, recogemos gente” y arranca el viaje de vuelta. Este pasa por Budapest, capital húngara a poco más de 250 kilómetros de Kosice, donde suben al autobús más refugiados ucranianos. En la mañana del día 15, martes, ya estaban de vuelta en Donostia, con los 53 refugiados. Seis de ellos han seguido camino a Portugal, asesorados por gente de Ner Group, pero la mayoría se han repartido entre Gipuzkoa y Bizkaia. Algunos de ellos, sí, tienen contacto previo con las familias de acogida veraniega de niños de Chernóbil.

«Solo somos unos lanzados»
El viaje, su forma y su fondo resultan abrumadores, pero Kapis quiere recalcar la idea de que él y quienes le han ayudado en esta rápida aventura solidaria “solo somos unos lanzados. Y que los valientes son Open Arms, ACNUR, Médicos sin Fronteras…”, que son los que se meten en cualquier conflicto “realmente dentro”, por quienes sienten “respeto y admiración”. También quiere subrayar la labor de las familias de acogida, aquí en casa, y Ner Group. En su opinión, él y sus acompañantes solo han sido “un eslabón más en la cadena de solidaridad”.

No han visto las bombas de cerca, cuenta Kapis. Pero las historias que le han contado la gente que ha huido del horror en su vehículo resume “lo peor de lo peor” del ser humano, “es revivir los conflictos de la Segunda Guerra Mundial” o de la ex Yugoslavia. Igualmente ha habido momentos bonitos, como que “esos niños que venían aterrados al principio fueron llenando de risas el autobús a medida que pasaban los kilómetros”.

Kapis y sus colaboradores han vuelto a sus vidas más habituales, conscientes de que lo suyo “solo ha sido una gota de solidaridad en un mar de necesidad. Contentos, con una sonrisa en la cara y tres arrugas en el corazón”.

Publicado por DonostiTIK el 18 de marzo de 2022.